La salida es temprano en la mañana, sales con poca luz pero de a poquito ves el cielo teñirse de tibios colores y el horizonte transformarse en una postal. Se recorren los distintos valles y el piloto te cuenta sobre cada uno de ellos.



Cerrando con broche de oro la experiencia nos dieron un diploma y una copa de champagne para celebrar lo hermosa que es la vida y los regalos maravillosos que nos ofrece en cada amanecer.

Gracias ButterFly por acelerarnos el corazón con este vuelo, un recuerdo que quedará para siempre latiendo en nuestro pecho.
Consejo: aunque vayas en verano lleva un abrigo, en las alturas está bastante fresco hasta la salida del sol.
Para las 8 de la mañana ya estábamos de regreso al hotel, ideal para un excelente desayuno y con tiempo de sobra para tomar un tour que nos llevaría por el valle de las hadas, estructuras en forma de chimeneas muy vistosas.
Según cuenta la leyenda, en Capadocia habitaban las hadas, hasta que un día un hombre se enamoró de una de ellas y la reina, en un ataque de ira, las convirtió a todas en palomas.
Si prestas atención verás en varias chimeneas palomares, ya que el excremento de las palomas es utilizado como abono para sus cultivos.
También recorrimos un pequeño pueblo llamado Guzelyurt, allí vivieron los Griegos refugiados del genocidio griego y de la guerra greco-turca, hasta el año 1924, donde se produjo un intercambio por la población Turca que estaba en Grecia.
Luego visitamos la ciudad subterránea y el castillo de Uchisar, dos recorridos imperdibles de Capadocia.

Caída la tarde regresamos al hotel para descansar, ya que temprano partiríamos hacia nuestro último destino Turco, Kusadasi. Hablaremos de este hermoso lugar en nuestro próximo post.